El verano, como comentamos cada año, es un momento complejo para muchas personas y
en especial para las personas con Trastornos Alimentarios. En realidad, muchos de los
aspectos que preocupan a este colectivo están presentes, aunque no de manera tan
acentuada, en el grueso de la población.
La preocupación por el aspecto, la imagen y la alimentación no son exclusivas de las
personas con trastornos alimentarios, aunque en estos casos lleguen a extremos por el
conjunto de varios factores que les limitan mucho la vida y perjudican considerablemente su
salud.
Por todo esto, es importante tomar conciencia del tipo de contexto y sociedad en la que
vivimos. Si analizamos las dinámicas sociales, que, aunque se dan durante todo el año, se
intensifican en verano debido a la mayor exposición de los cuerpos por el calor, podemos
observar que tenemos un caldo de cultivo peligroso que ejerce una presión despiadada
basándose en los estereotipos limitantes sobre la estética de los cuerpos. Todo esto queda
en evidencia con campañas históricamente conocidas y englobadas en la “operación bikini”,
que se hacen eco a través de los medios de comunicación y de las redes sociales.
Teniendo en cuenta que esta realidad la sufrimos todas las personas, el verano es un periodo
que deja en evidencia la insatisfacción e inseguridades no solo corporales de la ciudadanía.
Siendo esto así, ahora veamos cuales son las preocupaciones que las personas que
participan en la asociación relatan de cara al periodo de verano:
– El cambio de armario:
Como comentaba, la exposición de los cuerpos es mayor en verano en comparación
con otros periodos del año. El tipo de prendas tienden a dejar más zonas del cuerpo
al descubierto especialmente cuando hablamos de ropa de baño. La mera exposición
puede activar muchos miedos. Además, abrir el armario y comprobar si la ropa del
verano anterior sigue siendo utilizable, puede ser un momento crítico, que te ponga
delante los cambios corporales que por razones diversas y naturales se hayan podido
dar en ese último año.
– La falta de rutina:
En cuanto a la falta o al cambio de la rutina habitual, se comentaban dos
consecuencias. Por un lado, está, el no saber en qué ocupar tanto tiempo libre.
Angustia por no saber qué hacer, por no tener unos horarios establecidos como
antes, por no tener tanto control sobre las actividades etc. Y, por otro lado, tenemos
la consecuencia de tener mucho más tiempo para pensar o focalizar la atención en la
propia persona, lo cual, también suele generar miedo y angustia, por entrar en
contacto con emociones o pensamientos que se han estado intentando evitar.
– Los eventos sociales y comidas:
Otra de las preocupaciones comunes es el tema de las comidas fuera de casa y de los
eventos sociales que también suelen estar ligados en muchas ocasiones a comidas
(barbacoas, etc.). Una vez más, se activan los miedos y la angustia y acostumbran a
tener dificultades para gestionar estas situaciones, llegando muchas veces a evitarlas
por completo para eliminar el estímulo estresante.
Ainhoa Arruabarrena Aristorena, Psicóloga de ACABE Bizkaia